sábado, 30 de abril de 2011

Me sabe a mar.








- No me olvidarás mientras esté fuera, ¿verdad? (...).
- ¿Olvidarte?- dijo-. Sabes de sobra que nadie olvida. No es cuestión de memoria.

                                                         El amante de Lady Chatterley

jueves, 28 de abril de 2011

miércoles, 27 de abril de 2011

Los gatos.

Los gatos tardaron mucho en llegar.

Les esperé todos los días durante los primeros cinco años. Me levantaba agradecido de haber sobrevivido una noche más y subía las persianas para comprobar que no estaban fuera, esperándome.
Con el tiempo dejé de tenerles miedo, pensé que ellos se habían olvidado de mí, así que yo me olvidé de ellos.

Me dispuse a vivir una vida cualquiera, imité conductas y comportamientos. Encontré un trabajo e hice amigos, de vez en cuando salía con chicas, diez minutos o seis meses, lo que ellas quisiesen, desayunaba tostadas, hacía la compra los sábados por la mañana e iba al cine los domingos por la tarde. Nunca tuve mascotas.

La primera noche que soñé con ellos fue también la primera noche que dormí con Glenda. Cuando yo abrí los ojos y me incorporé sobresaltado, ella ya estaba despierta y contemplaba asustada el sudor frío que corría por mi cara. He soñado con los gatos, le dije. Pero ella no entendió y se lo conté. Le conté que yo estaba caminando por una carretera desierta, llena de polvo, que los pies me dolían y que no tenía zapatos, que el sol apuñalaba fuerte mi espalda y que yo oía a los gatos corriendo detrás de mí, maullando como locos, cada vez más fuerte. Entonces yo empezaba a correr también, pero miraba hacia atrás y no veía a los gatos, aunque el sonido era cada vez más fuerte. Hay un momento en el sueño en que dejo de correr, aunque no los vea, se que los gatos me rodean y ya no tiene sentido querer huir. Me siento en el suelo y me tapo los oídos.

Glenda se quedó a dormir muchas noches más. Creo que fue porque pensó que estaba loco. A las chicas les encantan los locos. Son una especie de semidioses.

Los gatos llegaron de verdad un año después de aquel sueño.

viernes, 22 de abril de 2011

Se llamaba Greta.

Me senté en la cama mientras ella acababa de desnudarse y tiraba la camisa encima del taburete que había previamente colocado al lado de la ventana.
- Aún no me has dicho cuál es tu nombre - dije sin apartar la vista de su ombligo de media luna.
Ella recorrió en un segundo la distancia que nos separaba y se tumbó a mi lado.
- Me llamo Greta.
- Gracias. Ya no tendré que ponerte un apodo cuando hablé de ti.
Greta se incorporó y dejó su mano peligrosamente cerca de la mía. Es curioso como, estando a punto de destrozarla a caricias, me daba miedo el roce de su piel. Me miró fijamente con unos ojos casi tristes.
- Cada vez que me acuesto con un tío, me invento un nombre diferente.
- ¿Esto se lo avisas a todos o soy un privilegiado? - inquirí socarrón.
- Se lo digo a todos.
Hay que joderse, pensé. "Greta" había desviado la vista y ahora se entretenía observando los dedos de sus pies.  Miré su perfil y ella abrió la boca como si quisiese añadir algo.
- Pero tú eres el primero al que le digo mi verdadero nombre. Y créeme, ha habido muchos antes.
- ¿Por qué?
- Porque tú también eres el primero al que voy a hacerle el amor.

martes, 19 de abril de 2011

Adiós a tus cuerdas vocales.

Cualquier realización concreta del amor implicaría su destrucción. A veces creo que si me hubiese inventado Marguerite Duras no me dolería tanto. 
Hay días en los que me entran muchas ganas de tener alguien que me pase la mano por la cintura y me diga te quiero al oído. Muy bajito. Y que pase el dedo por la curva de mi sonrisa. Y que me acaricie el pelo y me bese en la nuca.
Sí, todas esas cosas ñoñas que tú nunca harás y que no dejarás que haga nunca nadie.
Ojalá hubiese llegado él antes que tú.
Te odio.

viernes, 15 de abril de 2011

Esperadme en la lista de espera.

¿Cómo dijo que se llamaba? Ah, sí, Rebeca, claro. Ahora mismo se lo miro. No, lo siento mucho. No hay nadie que esté enamorado de usted. Sí, por supuesto que estoy seguro. Oh, no llore, por favor,  lo volveré a comprobar si quiere, pero tranquilicese. Fíjese, aquí está su nombre ¿ve? No hay ningún nombre escrito después. Si le sirve de consuelo le diré que estoy seguro de que su sonrisa es preciosa. Así me gusta. Acerté. Y vaya, no es tan solo su sonrisa.

sábado, 9 de abril de 2011

Camaleones melancólicos.

Fue el modo en que pronunció la palabra camaleón lo que me hizo querer besarle. Pero no se puede besar y luego olvidar que se ha besado. Callé y no le miré a los ojos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Orificios nasales.

Teníamos ganas de llegar al límite, queríamos saber cual era el punto exacto en el que ya no quedaría más remedio que explotar. Empezar a vivir o empezar a morir.
Eran buenos tiempos.
Pasábamos frío en verano y el sol nos quemaba más que nunca en Enero. Hacíamos el amor todas las noches sin saber qué era lo que estabamos amando. Nos gustaba arrancarnos la piel a mordiscos.
Escondimos nuestros huesos y pasamos de los cincuenta kilos a los setenta y cinco en apenas dos semanas. Morimos de inanición. Aprendidos a dormir con los ojos abiertos, conducíamos con ellos cerrados. El olor a asfalto norteamericano nos guiaba y nos enloquecía.
Eramos los perdidos, los sin nombre, los únicos entre los vivos que en verdad vivíamos más que los muertos. No eramos humanos, eramos los hijos del diablo, unas bestias. Eramos infinitas personas a la vez y no eramos nadie.
Nos tatuamos el mundo en la espalda.
Encontramos a Dios.