Me llamo Lucía, tengo diecinueve años y tengo frío.
El reloj de mi mesilla dice que son las siete de la mañana, pero yo no le creo. No me da la gana.
No quiero levantarme, quiero quedarme en la cama durmiendo toda la mañana, o quizás hasta que me muera. No lo sé.
Lo que sí se es que aquel chico estaba a punto de besarme, pero no lo hizo. No le dio tiempo, llegó el frío.
Intento volver a dormir, me siento gorda y gafe, y me veo incapaz de enfrentarme al mundo otro día más.
Estoy helada, me tapo un poco más con el edredón y meto la cabeza entre las almohadas. La vida es una mierda.
Estoy llorando, las lágrimas son cálidas.
Quiero morirme, me da igual ser una cobarde. De todos modos solo podría importarme a mí y no es el caso.
No sé volar, no tengo alas, no sé que locura fue esa que me llevo a querer ser libre como un pájaro. Por que yo siempre he amado la libertad, e incluso ahora, muerta de miedo, la sigo amando.
Y es que no quiero pagar una hipotéca, ni tener tarjeta de crédito, ni comprar comida precocinada, ni quedarme en casa cuando llueve, ni tener miedo a que mate una bomba, ni respirar aire contaminada, ni tener que fingir gilipolleces delante de la gente.
Pero, en realidad, todas esas son cosas que hago.
jueves, 11 de noviembre de 2010
Frío. Y labios azules.
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Primera estrella para ti :)
ResponderEliminarMe gusta un montón, tienes alma de poetisa.
No me gusta la palabra mesilla, ya lo sabes.
ResponderEliminarLo demás, bien.
Los tienes mejores (para qué engañarnos), este me da un pelín de pena.
P.D.: Me encanta el nombre Lucía. Si me hiciese un tatuaje, sería con ese nombre. (En la tetilla izquierda)
Yo tambien me llamo Lucía.
ResponderEliminarYo, esta noche, me siento muy así.