viernes, 28 de septiembre de 2012

...*

Soy una chica pájaro,
pronto estaré hecha solo de aire
y seré más pequeña que su nombre.
Volaré sobre su ombligo,
seré viento desnudo frío
en sus caderas.




Ojalá fueses para siempre. 
Siempre seré su chica pájaro.










lunes, 24 de septiembre de 2012

Ojalá deje de llover

y que ya no se pueda bailar bajo la lluvia
ni besar bajo la lluvia
ni pasear bajo el mismo paraguas 
que ya no pueda mojar el pelo de las chicas bonitas
que no se pegue la ropa a su cuerpo
que no se mezcle nada con las lágrimas 
cuando se llora 


domingo, 23 de septiembre de 2012

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Estamos en Hiroshima.


Ella se ha pintado un poco ese día. Ha llorado. Tiene la cara negra. Aquí y allá. Él la ha besado. Ha besado sus ojos mojados y negros y luego su cara.

(Él la ha visto llorar y la ha deseado. Ha visto como se iban llenado sus ojos hasta hacerlos casi transparentes. Ha visto las primeras lágrimas que empapaban la pintura oscura de sus ojos mal pintados y la ha besado. Ha querido bebérsela. Ha creído que se hacía líquida)

Él también ha llorado. Tiene marcas de agua por las mejillas. Es la parte de la lágrima que no se evapora y que queda en la piel. Como una zona de piel un poquito más clara que cruza desde el ojo hasta la barbilla.
Ahora están separados. Ya no se besan ni se abrazan. Tiemblan sus bocas. Las dos bocas sucias. Una de besar y otra de ser besada. Se miran.

Entonces ella le mira como si le desafiara. (Ha recordado una cosa y luego otra. Ha visto el contraste entre dos brazos que no pertencen al mismo cuerpo. El brazo de él y el brazo de ella. En un momento cualquiera, juntos. Diferentes. Pero como si no pudieran existir por separado). Y realiza el acto que desencadena el pensamiento: levanta sus manos, sus dos manos, separa los dedos y los coloca a la altura de sus propias cejas. Las despeina. Las destroza.

Y ahora él sabe lo que tiene que hacer y lo hace. Se acerca a ella. (Él es más alto que ella, lo justo para que la boca de él pueda besar la frente de ella siempre que se quiera). Besa primero el cachito de piel entre las cejas, y luego milímetro a milímetro besa sus cejas, las peina con sus labios. Primero una y luego otra. Despacito. Muy despacito.

Ya ha acabado.
Entonces ella sonríe Y ya no puede parar de sonreír. Y se da la vuelta y se aleja sonriendo. Y se clava las uñas en la palma de las manos. Y sangra. Pero no lo nota. Ese dolor no existe para ella. Solo existe el otro.

lunes, 10 de septiembre de 2012

juro
que entiendo
como funcionan las cosas
cual es el orden lógico
la sucesión esperable
de los hechos

pero he descubierto
que hay elefantes que no van en manada
que hay gente
que no seguimos el orden lógico
ni la sucesión esperable
de los hechos