martes, 28 de junio de 2011

Te fragmento en tres.

Quererte y no decírtelo. Hacerte heridas en las rodillas y echarte betadine. Ponerte tiritas. En la boca. Y en los lóbulos de las orejas. Mancharte de chocolate las camisetas y estropeártelas con lejía. Bajar el automático de la luz y jugar al escondite. Esperarte detrás de las puertas y dentro de los armarios. Pintarte coloretes con ceras Manley. Romper cosas caras. Copiarte las expresiones. Y la forma de reirte. Quererte y sí decirtelo. No siempre.

sábado, 18 de junio de 2011

Tristeza de ameba.

Nos pone muy tristes la gente que muere sin haber visto el mar
y los niños que descubren la nieve cuando ya no son niños.
Los ancianos que hacen sopas de letras en los bancos de los parques,
aquellos a los que les tiemblan las manos
y no entienden las películas que echan por las tardes,
justo después de las noticias.
A veces también
nos pone tristes ver a los patos encerrados en los estanques,
y a las palomas que viven en las plazas sucias
de todas las ciudades.
Luego está la tristeza de los días de lluvia,
pero esta es distinta,
porque no nos hacen falta mirar hacia afuera
para sentirla.

jueves, 16 de junio de 2011

Los ratos que me invento.

Son las nueve de la mañana
y pienso que,
de todas las tazas que hay en esta cafetería,
nunca te ha tocado esta de la que bebo
ahora.
¿Ves? Hoy tampoco te tocará.
Acabas de llegar y ya está listo el cappuccino.
Te sientas en la mesa de al lado
y desmenuzas la magdalena
con tus dedos de pianista que trabaja en el banco
y duerme mal por la noches.
Supongo que serás de las que dicen
que mejor sola que mal acompañada,
pero ahora mismo te irías con uno cualquiera.
Incluso con uno como yo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Tristeza de ballena.

Tiene tristeza de ballena y miedo al agujero negro de tu boca, que le atrae como imán. Le da vértigo el ritmo de tu parpadeo. Tiene tu risa guardada en el mp4. Sus tímpanos la echan de menos. Sus ojos tienen la pupila dilatada desde que no paseas por delante de su casa. Necesitan luz. Tiene apuntado en la nevera los centímetros que mide tu sonrisa cuando comes helado de chocolate y te pintas las uñas. Y no te las midió a besos.

domingo, 12 de junio de 2011

Y eso que desayuno cacao.

Últimamente me ha dado por llorar
y creo que voy a echarte la culpa.

O a echarte de menos.

Quizá no tenga nada que ver contigo
y sean las hormonas,
la primavera,
o el café cada vez más aguado
de las mañanas.

viernes, 10 de junio de 2011

miércoles, 8 de junio de 2011

Mañana será verano.

En frente de él, con los ojos cerrados, la única mujer que estaría siempre dispuesta a contarle todos los secretos. Pensó, o quiso pensar, que esa era razón sufiente para decirle la verdad. Que se lo debía. Estoy enamorado de L, dijo. La mujer cerró los ojos más fuerte y millones de arrugas le surcaron los párpados. Desde que era un niño. No puedo evitarlo. No puedo controlarlo. Ella no te quiere, susurró la mujer. Una sonrisa amarga cruzó por el rostro del hombre. Ella no me quiere y aún así eso no me duele tanto como no saber amarte a ti. No deberías haber dicho eso. Es la verdad. La mujer abrió los ojos y le miró. Sabes que yo no podré parar de esperarte, que no lo intentaré siquiera.  Hay más hombres. Sí, tú mismo lo has dicho. Hay más hombres que no son tú.

lunes, 6 de junio de 2011

Denuncia pública a las pajaritas de papel.

Podemos hacer
un montón de cosas tontas de enamorados.
Poner mi pelo debajo de tu nariz
para fingir que llevas un bigote,
a lo Dalí,
que huele a camomila.
Taparnos los ojos con parches de pirata,
jugar a los barcos,
hundirnos a la vez
y a la vez salvarnos,
con heridas de arma blanca
de tus dientes
en mis mejillas,
o tan solo cañonazos
de las almohadas de tu cama.
Hacernos amigos de tu vecina del quinto,
para que nos invite a tarta
y nos enseñe fotos
de ese novio suyo que murió en la guerra
y la dejo embarazada
de la niña del vestido rosa
que en esa instantánea de ahí
acaricia la cabeza de un perro
de la misma raza que el tuyo.

domingo, 5 de junio de 2011

Moi... Lolita.

Qué azules se ven las venas
detrás de tus rodillas de niña,
sucias de cicatrices
y de relieves irregulares nunca besados.
Qué tristes.

Qué rubio se ve el fino vello
de tus muslos de luna llena.
Qué poco firmes,
qué temblorosos,
qué de reflejo.

Qué de caramelo se ve tu boca,
qué de chocolate las comisuras
de los labios que se ríen.
Qué tan poco adulta,
todavía.
Qué tan Lolita.


sábado, 4 de junio de 2011

Cuenta hasta cinco.

Primero me besarás el párpado izquierdo. Después, el derecho. Te detendrás unos segundos en la punta de mi nariz y luego bajarás un poco hasta el hoyuelo que hay justo encima del labio superior. Allí también me dejarás un beso. Ahora tendrás que hacerme sonreír, no sé, dime algo bonito. Bésame en cada comisura muy despacito. Un último en la barbilla. Ya está.

viernes, 3 de junio de 2011

Les amours mortes n'en finissent pas de mourir.

Si me preguntas te diré que sí, que todavía. Te diré que hoy, a pesar de haber visto al chico de rock en la barbilla estudiando en la biblioteca, he sentido que incluso dejarte de querer sería quererte demasiado. Te diré que ahora mismo tengo muchas ganas de reír y muchas ganas de llorar, que si estuvieses cerca podría intentar matarte.
















Me gustaría tanto que me dijeras lo siento, no puedo amarte.

jueves, 2 de junio de 2011

De cuando creía que besarse era sinónimo de besarse.

Corría, enano, detrás de mí por el patio del colegio y me daba tímidos besos en la mejilla. Años después volvió con ojos de cielo y el pelo claro. Decía que me quería mientras me besaba los labios. Mi adolescencia fueron tres veranos a su lado, queriéndole mucho algunas veces y algunas más queriéndole querer. Durante los inviernos caminaba con las manos en los bolsillos, las pestañas negras, las cejas negras, las pupilas negras, la boca muda. Al otro lado del océano, unos nuevos ojos azules consiguieron que me muriera por un beso que apestaba a alcohol,  tan breve que tuve que pagar por él una eternidad. Cuando el pelo aún me olía a olas de mar, llegó de sorpresa un beso en la frente, tan pequeño y tan frágil que su recuerdo siempre me hace sonreir. Siempre desde el otro lado de cualquier sitio me hizo temblar el único chico que podría decirme que me parezco a la palabra melancolía.
El ahora  lo contaré cuando pase a ser parte del mismo ayer que los otros.
Quizá nunca.

Chucherías.

El hombre de tu vida nunca viajará en la misma línea de autobús que tú. Ni se sentará enfrente de ti a estudiar en la biblioteca. Lo más probable es que no se choque contigo en la calle y te tire los libros que llevas apretados contra el pecho. Tampoco se sentará a tu lado en un banco del parque para preguntarte por el título de lo que estás leyendo. El hombre de tu vida no será un made in Hollywood. No será un pintor o un poeta frustrado. No tendrá cicatrices en la mejilla. Y lo peor de todo, no sonreirá de lado.