sábado, 28 de abril de 2012

Otras formas de decir te quiero.


no te pido nada
te aprendo de memoria
veo el pulso que late
bajo tu piel
en el hueco supraesternal

me quedaré aquí
pienso
por como respiras
por como existes

lunes, 16 de abril de 2012

Y Nueva York al fondo todavía.
No, aquí, no.
Aquí el sol que resbala sobre los coches,
y tu mano en el volante, qué ojos tan bonitos
tienes.
Semáforo en rojo.
¿Sabes qué pasa cuando te miro?
Me muerdo el labio por dentro
y solo pido seguir echándote de menos
así como te echo de menos ahora,
sin otro motivo   
                         ( que    
                                                 no   
                                                      sea   
                                                         quererte )
Y luego sonrío
y que tú te rías.
Semáforo en verde.
Yo también quiero
- como a ese que te sigue -
que me mires por el retrovisor.
Pero te prefiero cerca
y no llegar nunca a casa.
¿Ves que bien está todo?
Con Nueva York al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, pero no importa,
porque yo quiero besarte.

viernes, 13 de abril de 2012

La segunda Irene.

Igual la reconoces por la calle.

Es alta
y lleva el pelo tan largo como un domingo.
El flequillo de lado
se balancea sobre su párpado izquierdo,
como si fuera un objeto extraño con vida propia
y derecho a acariciar su rostro.

Es delgada
y creo que aún escribe.
Antes lo hacía
- ¿Sabes? -
no le perdonaré
que me haya olvidado.

miércoles, 11 de abril de 2012

.

Si ese día no hubiese sido,


si el tiempo lo quisiera haber saltado


dejando un vacío en medio




- ¿Acaso no sucede a veces


que hay cosas que no se viven? -




si hubieses callado tú y luego yo,


si no hubiese no negado,


este poema sería para cualquier otro.




No te diría "Yo no existo si tú no quieres"


no te pensaría tanto


como ahora,


ni sabría cómo se forma


- fgrshdtrdgstrmegustatanto,

creoquenolosoportaríafdgrtgfjseivgfefir -


tu sonrisa.

sábado, 7 de abril de 2012

domingo, 1 de abril de 2012

La soledad de los números primos.

Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Mattia. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio. Fabio.