lunes, 27 de septiembre de 2010

El más ínfimo de los destellos.

A ella le dijiste que te ibas para que pudiese echarte de menos.
No sabías que tan solo le bastaba lo que dura un parpadeo para saber que se sentía al añorarte.
Privarla de la visión de tu sonrisa durante ese trocito de tiempo habría sido más que suficiente.
Pero claro, tú no lo sabías.
Y te fuiste.
Y ella se quedó sola.
Y deseo volver atrás en el tiempo y recuperar todos aquellos instantes que había perdido por la imperiosa necesidad humana de parpadear.
Mas no pudo, y creyó volverse loca, hasta que un día encontró una solución que si bien no le permitía rescatar el pasado, si le permitía salvar el futuro.
Desde entonces vaga silenciosa por la casa, con los ojos cerrados, cubiertos por un fina tela.
Está convencida de que si aguanta sin abrir los ojos hasta que tu vuelvas, no tendrá que volver a parpadear nunca más.
Y así podrá verte siempre, sin miedo a perderse ni el más ínfimo de los destellos que vivan en tus iris color turquesa.




2 comentarios:

  1. te has superado... wau! para leer una y otra vez.. para presentar a un concurso de microrrelato diría yo.. en serio, me ha encantado.
    Un beso y sigue así!

    ResponderEliminar
  2. Increíble, increíble.
    La verdad es que cuando echas de menos a alguien repasas millones de veces los momentos vividos a su lado, hasta llegarte a aprender cada segundo, cada gesto, cada palabra..
    En fin, espero que si vuelve, al menos le funcione lo de no parpadear!
    Un beso!

    ResponderEliminar