domingo, 30 de enero de 2011

Púas :)

Cuando su madre se fue, Matilde encendió la televisión y recorrió, sin éxito, los treinta y tres canales que tenia la TDT de la cocina. La apagó enfadada. Era tristísimo que lo más interesante fueran los anuncios de la teletienda.

No quería ponerse estudiar aún, pero tampoco se le ocurría nada que hacer para matar el tiempo. Suspiró resignada. Se acordó sonriendo de su hermana, que aún dormía, entreabrió la puerta con cuidado y se esforzó por ver en la oscuridad el bulto silencioso que formaba sobre la cama.

- Elisa, ¿Estás despierta? – susurró a la vez que intentaba descubrir algún movimiento que la delatará.

Esperó un rato en el quicio de la puerta, pero solo recibió como repuesta una respiración entrecortada. Seguía dormida.

Como las ganas de estudiar seguían ausentes, decidió que ya era buena hora para que Elisa se despertara. Pero antes la contempló dormida, que buenita parecía así, los ojos cerrados, la boca ligeramente abierta y la mejilla aplastada contra la almohada.

- Dormilona, ¿Sabes qué hora es? Las doce. Venga levántate que se te va a juntar el desayuno con la comida. No seas vaga.

- ¿Las doce? ¿Por qué no me habéis despertado antes? – refunfuñó Elisa a la vez que se incorporaba a toda prisa – tengo muchas cosas que hacer y no me va a dar tiempo. Os he dicho mil veces que me despertéis vosotros si veis que se hace tarde.

- ¡Anda cuscurrina…! No seas boba, si aún no son las 10

- Vete a la porra.



A ti también te quiero.

4 comentarios:

  1. Nunca las he comprendido. Esas dos criaturas que veo cada día, que caminan por el mundo, primero una y luego otra. Jamás me ha satisfecho esa vulgar explicación de que son mis pies.

    ResponderEliminar
  2. que no eran las doce idiota

    ResponderEliminar
  3. q guapo es el mi marido

    ResponderEliminar