martes, 6 de noviembre de 2012

L.II.


A veces me olvido de las cosas que no son él,
de la poesía,
de las mujeres que aparecen desnudas en los cuadros,
de los coches nuevos,
o de los cuadernillos con hojas amarillas
y cubiertas negras.

A veces me equivoco y llamo
a todo el mundo con su nombre.
Todo se convierte en él.
Por ejemplo aquí,
Manhattan,
es un lunar bajo su ojo.
Argentina se escurre entre sus dedos.
Hay playas griegas en su espalda.

Creo que a mí me esconde
cerca de donde respira.


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