miércoles, 20 de octubre de 2010

Dominique amaba a la chica del gorro azul que vendía flores frente a su ventana.

Dominique decía que para ser poeta no hacía falta escribir versos, que bastaba con amar las cosas bellas y frágiles, como los copos de nieve, los besos o las mariposas.
Dominique creía que esas cosas eran las verdaderamente importantes, las que hacían hombres a los hombres, y las que hacían sonreir a las bocas tristes.
Dominique se entristecía mucho cuando a su padre se le erizaban los bigotes y enfadado le decía que no sabía nada del mundo, que era un ignorante y un ingenuo, que la vida era de todo menos bella, y que tarde o temprano, quisiera o no, tendría que aprenderlo.
Ese día llegó demasiado pronto.
Hacía mucho frío aquella mañana de diciembre en la que el padre de Dominique le dijo muy serio:
- Hijo mío, eres un hombre y ya es hora de que te comportes como tal, ve a luchar por aquello que siempre has amado, ve a defender la libertad y devuelve la paz a quienes la han perdido.
Dominique se sintió muy orgulloso de que su padre le hubiese creido capaz de hacer algo tan importante y por primera vez se reconoció como el hijo que su padre siempre había deseado.
Pero Dominique no entendía que era la guerra, no entendía que los seres humanos fuesen capaces de odiarse tanto, no entendía que la vida de una persona pudiese depender de algo tan pequeño como la fuerza que ejerce un dedo anónimo sobre un gatillo. Y no quería entenderlo.
Dominique fue, como muchos otros hombres, a la guerra.
Y un día alguien le dijo:
- Óyeme bien, capullo, aquí no había ninguna puta guerra hasta que vosotros llegásteis, asi que o te metes el arma por tu sucio culo y te largas por donde has venido, o te reviento la cabeza como a un cerdo, que es lo que eres.
Dominique, un poco confundido, pensó que quizá aquel pobre hombre no sabía que eran los copos de nieve, ni las mariposas, ni los besos.
Y le sonrió y se acercó a él con el único fin de mostrarle lo maravillosas que eran las pequeñas cosas de la vida, pero en ese mismo instante, un dedo anónimo apretó demasiado fuerte el gatillo y Dominique sintió como el amor se le moría para siempre...



(...Y mientras el amor se le escapaba se arrepintió de no haberle dicho a la chica del gorro azul lo mucho que la quería)

12 comentarios:

  1. Precioso. Una muy buen historia contada con personalidad.

    Di a quién ama que lo haces, no sabes lo que ocurrirá mañana.

    Me encantan los gorros azules :)

    ResponderEliminar
  2. Era demasiado perfecte e ingenuo para un mundo tan mediocre,
    tendría que existir más gente como él
    créeme

    ResponderEliminar
  3. Bueno, aunque el nombre del blog me recuerda a un programa que no me gustaba demasiado...he de decir que me gustan tus entradas, aunque sólo las he mirado por encima.
    ¿Las escribes tú?

    ResponderEliminar
  4. Increíble, increíble, increíble.. y podría estar asi todo el tiempo que quisieras..
    Y la ultima frase? Me ha llegado muchísimo: "Y mientras el amor se le escapaba se arrepintió de no haberle dicho a la chica del gorro azul lo mucho que la quería." Esque lo peor es quedarte con las ganas de hacer o decir algo.. Yo siempre digo que es mejor arrepentirse de haber hecho algo a de haberte quedado con la cosa de no hacerlo..
    Me ha encantado, enserio!
    Un beso enorrrrrrrrrrrrrrme y pasa buen finde :)

    ResponderEliminar
  5. correcto! y por cierto gran texto ;D

    ResponderEliminar
  6. http://www.youtube.com/watch?v=do1IeFZJ_6Y
    ;)

    ResponderEliminar
  7. jooo yo jamas podria escribir algo como eso :(
    deberias escribir un libro con todas las entradas te harias famosa
    sigue así y no cambies
    tu admirador secreto ;)

    ResponderEliminar