miércoles, 6 de abril de 2011

Orificios nasales.

Teníamos ganas de llegar al límite, queríamos saber cual era el punto exacto en el que ya no quedaría más remedio que explotar. Empezar a vivir o empezar a morir.
Eran buenos tiempos.
Pasábamos frío en verano y el sol nos quemaba más que nunca en Enero. Hacíamos el amor todas las noches sin saber qué era lo que estabamos amando. Nos gustaba arrancarnos la piel a mordiscos.
Escondimos nuestros huesos y pasamos de los cincuenta kilos a los setenta y cinco en apenas dos semanas. Morimos de inanición. Aprendidos a dormir con los ojos abiertos, conducíamos con ellos cerrados. El olor a asfalto norteamericano nos guiaba y nos enloquecía.
Eramos los perdidos, los sin nombre, los únicos entre los vivos que en verdad vivíamos más que los muertos. No eramos humanos, eramos los hijos del diablo, unas bestias. Eramos infinitas personas a la vez y no eramos nadie.
Nos tatuamos el mundo en la espalda.
Encontramos a Dios.

3 comentarios:

  1. Como mola!! es tan... dispar! está muy bien hecho la verdad que si! :D sorpresivo, sin duda =)
    ajáaa se nota que ya estoy por aqui! =)

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