jueves, 10 de marzo de 2011

Yo tampoco.

Mis ojos parpadean al sudeste de tu nuca. Mis pestañas se entretienen haciendo juegos de sombras y mis pupilas se esfuerzan en seguir los movimientos de tu caja torácica.
Calcetines marrones y ahora una carcajada.
Te sienta bien que te nieve por la mañana, llegas con copos blancos entre los dedos de los pies y también en las comisuras de la boca.
Y nunca se derrite. 

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