jueves, 2 de junio de 2011

De cuando creía que besarse era sinónimo de besarse.

Corría, enano, detrás de mí por el patio del colegio y me daba tímidos besos en la mejilla. Años después volvió con ojos de cielo y el pelo claro. Decía que me quería mientras me besaba los labios. Mi adolescencia fueron tres veranos a su lado, queriéndole mucho algunas veces y algunas más queriéndole querer. Durante los inviernos caminaba con las manos en los bolsillos, las pestañas negras, las cejas negras, las pupilas negras, la boca muda. Al otro lado del océano, unos nuevos ojos azules consiguieron que me muriera por un beso que apestaba a alcohol,  tan breve que tuve que pagar por él una eternidad. Cuando el pelo aún me olía a olas de mar, llegó de sorpresa un beso en la frente, tan pequeño y tan frágil que su recuerdo siempre me hace sonreir. Siempre desde el otro lado de cualquier sitio me hizo temblar el único chico que podría decirme que me parezco a la palabra melancolía.
El ahora  lo contaré cuando pase a ser parte del mismo ayer que los otros.
Quizá nunca.

4 comentarios:

  1. Indescriptiblemente hermoso, querida. :)

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  2. Hola Ámbar, ya he visto que tienes tben problemas en poner comentario en algunos blog, a mí me pas lo mismo puedes cambiar la configuración de los comentarios y es posible que podemos dejarte comentarios desde nuestro perfil. Sólo tienes que hacer lo siguiente :
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    Un saludo

    Javier ( Domingos Locos)

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  3. aaaaaai =)
    como le gustan a ámbar los besos! :D

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